miércoles, 16 de noviembre de 2011

AL ASALTO DE LO PÚBLICO, AL ASALTO DE LOS CIUDADANOS.


Siempre se ha dicho que "a río revuelto ganacia de pescadores" y, a día de hoy, las aguas, además de revueltas, bajan muy turbias. Aprovechando este cúmulo de circunstancias, algunos grupos de ciudadanos han decidido sacar las cañas a pasear con la intención de intentar pescar la mayor cantidad de ventajas posibles para sus propios intereses y en detrimento de los de los demás.


Estos grupos organizados de "salvapatrias", iluminados con el don de la clarividencia e imbuidos del espiritu de "Drake", pretenden solicitar al gobierno entrante una serie de herramientas imprescindibles para desarrollar su mesiánica labor, ¿conseguir acabar con el paro y crear riqueza que beneficie a todos los ciudadanos? Tras conocer y analizar sus sugerencias veréis claramente que NO.

¿Que piden las distintas organizaciones patronales?
Fuente: El Economista.



































Copago. Con el argumento de reducir el déficit público pretenden introducir el copago, que unido a los recortes que ya se están llevando a cabo en las distintas administraciones, degradaran los servicios públicos, fundamentalmente educación, sanidad y atención a dependientes, de un modo extremo, empujando a los ciudadanos a utilizar los mismos servicios pero de origen privado.

Contratos. Simplificación, flexibilización, abaratamieto del despido, todo ello con la finalidad de precarizar aun más el empleo para maximizar los beneficios. Desprecio absoluto de todos los logros laborales que han sido, en gran medida, los responsables del crecimiento económico.

Penalización a los desempleados que no acepten una o varias ofertas de empleo. Solo importan los derechos y las necesidades del empresario relegando para ello los derechos, inquietudes, necesidades e incluso la voluntad del trabajador. Pretenden convertir el derecho al trabajo en "la obligación al trabajo" en el modo, manera, retribución y disponibilidad que al señor empresario le convenga.

Reducción y acotación de las competencias de las administraciones, con el fin de que cualquier actividad pueda ser transferida a la iniciativa privada, desde la sanidad a las prisiones, pasando por la educación, la justicia o la seguridad.

Estímulos, financiación y facilidades para emprendedores y empresas, partiendo del afianzamiento del sector financiero, con capital público claro, reparto de  ayudas en forma capital para el desarrollo y consolidación de proyectos empresariales. La iniciativa privada siempre será la prioridad, el estado al servicio de los empresarios. Expolio de los recursos públicos.

Bajada de cotizaciones sociales e impuestos vinculados al beneficio y subida de impuestos indirectos o lo que es lo mismo, menos impuestos para los ricos, menos prestaciones para los trabajadores y más impuestos para los menos pudientes.

Vincular los salarios a la productividad y no al IPC como hasta ahora. Si para los dirigentes  de la patronal la productividad está intimamente ligada a la reducción de costes, entre ellos los salariales, y al esfuerzo pero no a la eficiencia, quedá claro que tras su planteamiento solo hay una clara voluntad de reducir los salarios, algo que ya se está produciendo, y aumentar los horarios de trabajo.

Acercar la Universidad a la empresa, se acabó la libertad de catedra, se acabó el placer del saber por el saber, se acabó (que bién) tener que invertir en I+D pudiendo obtener el mismo servicio desde la Universidad a coste 0.

Las organizaciones patronales reivindican su condición principal en la creación de riqueza sin considerar que la clase obrera (o asalariada, según se prefiera) es tan necesaria, o más, en este desempeño por su doble condición de trabajadores y consumidores, o ¿acaso pretenden producir sin trabajadores y vender su producción sin consumidores?

Lo que es evidente es que la concertación social y los años de bonanza han aletargado a los asalariados que además han visto como sus pretendidos representantes, laborales (sindicatos) y políticos (gobiernos) se han lanzado, sin ningún rubor y  con plena complacencia, a los brazos del capital y del poder económico.

Aún estamos a tiempo de minimizar o evitar la materialización de estas infames propuestas, aunque para ello hay que ser valiente y votar diferente.

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